Dentro del XXIX Congreso Montessori, celebrado en la ciudad de Pachuca, Hidalgo, del 7 al 10 de marzo de 2024, tuvimos el privilegio de escuchar excelentes ponencias a cargo de Entrenadores Montessori AMI de todos los niveles, así como de científicos y filósofos, como Raniero Regni, de quien quisiera compartir con ustedes algunas de sus ideas, a propósito de este mes en el que se conmemora al niño.
Carmen Ramos Méndez G.
Raniero Regni, italiano nacido en 1955, es licenciado en filosofía de la Universidad de Perugia, y Doctor en Ciencias de la Educación, de la Universidad de Roma. Es Coordinador del Doctorado en Educación, Lenguas y Culturas en la Universidad Lumsa; Director de la revista científica “Pedagogia e vita”; Presidente del Centro de Formación Montessori Perugia “M.A. Paolini”; y profesor en el curso AMI para Casa dei Bambini en Perugia, Italia.
En su primera charla, titulada “Montessori y la neurociencia: un encuentro por la educación”, nos recordó que, para María Montessori, era más importante entender que deducir, y que se basaba en su experiencia, lo cual la hace única en el panorama de la pedagogía, incluso en nuestros días.
Actualmente las neurociencias nos ayudan a contestar algunas de las preguntas que se hizo María Montessori hace ya más de cien años: ¿qué es la infancia?, ¿cuándo empieza, cuándo termina y qué pasa?, o bien, ¿cuál es la función antropológica de la infancia?
- Si bien es cierto que los niños siempre han existido, como los cachorros de los homos sapiens sapiens, la infancia hay que descubrirla.
- Los niños son fáciles de querer, pero difíciles de entender. Los adultos han creado imágenes de la infancia con prejuicios arraigados en la cultura.
- Los niños pueden ser débiles, pero la infancia es fuerte; físicamente pueden ser pequeños, pero en su interior hay fortaleza. La infancia es potente, porque lo que sucede en los primeros años es determinante para el resto de su vida.
Necesitamos un instrumento para ver en el niño, lo que no se ve con los ojos: un microscopio para ver lo invisible. María Montessori definió a su método como “un microscopio psíquico para ver al niño”, algo que apenas, desde hace 30 años, es posible a través de una resonancia magnética.
La infancia es difícil de estudiar porque es algo interno, que pertenece a cada quien y que es distinta en cada caso; quizás es por eso que le ha llevado tanto tiempo a la pedagogía estudiarla, sin embargo se puede decir que María Montessori fundó una ciencia de la infancia, ya que planteó, por primera vez, cuáles son las necesidades reales de los niños, sin retóricas de la educación como interpretación de los adultos. Ella decía que, entre el pueblo de los niños y la sociedad de los adultos, había una guerra, un conflicto no resuelto, un conflicto sordo y milenario, que no se ve pero que existe desde hace miles de años.
Las coincidencias de las neurociencias con María Montessori tienen que ver con cómo se le ve, como un ser humano que contiene programas innatos, y por ello lo considera el padre del adulto.
Coinciden también en que el cerebro tiene plasticidad, es decir, potencialidad. Se transforma en los primeros años y por eso es determinante en el futuro de la persona, como si se estuviera esculpiendo, modelando… de hecho, el cerebro del niño es mucho más potente que el cerebro del adulto.
Las sociedades antiguas eran adultocéntricas, en donde el niño no tenía cabida.
El niño es un instrumento de adaptación en todas las culturas. Existen alrededor de seis mil lenguas en la Tierra y el niño podría, potencialmente, hablar cualquiera de ellas.
El niño tiene un proyecto genético de desarrollo. La plasticidad tiene que ver con la adaptación de miles de situaciones que desarrolla a través de la experiencia, por lo que la educación modifica la estructura –biológica– del cerebro, dejando una huella.
Y a la pregunta del porqué dura tanto la infancia, la respuesta es porque tenemos que aprender muchas cosas. El cerebro sirve para aprender, está predispuesto para ello y por eso el niño es el más dispuesto para hacerlo. En este sentido, la educación crea biología.
Hoy las neurociencias hablan de etapas o fases del desarrollo, de periodos críticos, periodos ventana o ventanas de desarrollo; María Montessori hablaba de períodos sensibles… instintos rectores, sensibilidades internas y líderes que hacen al niño proclive a determinados estímulos del entorno y lo dejan indiferente a otros. El desarrollo psíquico no se produce al azar, ni puede atribuirse a estímulos del mundo exterior.
Existen diferentes tipos de psique y de mente en diferentes periodos de la vida, por eso el desarrollo es una sucesión de nacimientos; en un determinado periodo de la vida, una individualidad psíquica cesa y nace otra.
El desarrollo psíquico no se da al azar, no puede ser atribuido a los estímulos que llegan del ambiente exterior; hay programas que se activan con el entorno, con el exterior, pero el ambiente no determina el desarrollo, sino que son los períodos sensibles los que definen y seleccionan los estímulos, aquellos que se vuelven significativos únicamente por el periodo sensible en que se está.
Para María Montessori el ambiente es lo más importante, le confía todo, tiene un gran poder de obstaculizar o de apoyar el desarrollo. El desarrollo NO SE PUEDE ENSEÑAR, se puede condicionar, pero nace del interior. El niño sabe cómo crecer, por eso es necesaria la humildad frente a la potencia de la naturaleza.
Ayudar a alguien, sobretodo si es un niño, a hacer las cosas por sí mismo, es bastante difícil, se necesita ayuda indirecta, la única que verdaderamente es liberadora, pero aquí es donde entra en juego la confianza en el niño: ¿se confía o no en las fuerzas originales y autodidactas del niño?
Educar es ayudar a la vida:
Ayudar al desarrollo y a la vida obedeciendo sus leyes.
- La educación como ayuda, protección, defensa de la vida, conociendo las leyes que rigen la vida para ayudarla.
- Relacionar el desarrollo con el aprendizaje y la enseñanza.
- Ahora bien, sin el amor no vamos a ningún lado. El amor es la pasión por la vida y, sin amor, no se puede educar… pero el amor no es suficiente, es necesario conocer al niño: descubrir la infancia.
Lo que llamamos “el descubrimiento del niño” es el descubrimiento de la atención y concentración del niño, es decir, la mente absorbente, que no es otra cosa que el cerebro plástico.
Montessori es una pedagogía de la atención. Se tiene cuidado de los detalles porque es una diferencia que hace la diferencia, y la mente del niño ama las diferencias: se concentra y se polariza sobre los detalles… los niños encuentran los detalles en los materiales.
La organización de la vida psíquica se inicia con un fenómeno característico: la atención.
La atención determina no solo lo que hacemos, sino lo que pensamos también. Biológicamente la memoria está en la neocorteza, en el hipotálamo. La memoria ejecutiva a corto plazo pasa a largo plazo a través del tiempo y la repetición. La memoria a largo plazo es una modificación del cerebro, por eso hay que dar tiempo a que el niño elabore el proceso completo del estímulo que recibió.
Los instrumentos de desatención masiva son destructores de la mente. Sin concentración no hay aprendizaje, no hay empatía, no hay colaboración, no hay contemplación. La atención es la súplica silenciosa del alma.