La autogestión es la capacidad de controlar el comportamiento, pensamientos y emociones de uno mismo, de forma productiva, es decir, es la capacidad del cumplimiento de responsabilidades personales y profesionales para el propio beneficio y el del equipo.
En el ámbito de la organización, la autogestión, también llamada proceso ejecutivo, es el uso de cualquier método, habilidad y estrategia a través de las cuales los participantes de una actividad pueden guiar el logro de sus objetivos con autonomía en el manejo de los recursos.
Así mismo, según la RAE, es el sistema de organización de una empresa según el cual los trabajadores participan en todas las decisiones.
La autogestión es un pilar de las propuestas constructivistas que, como Montessori, afirman que el ser humano se autoconstruye a través de sus propios procesos de aprendizaje, siendo también una dimensión de la inteligencia emocional que permite alcanzar los objetivos de la manera más autónoma y eficiente posible.
Como estudiante, se entiende que es la situación en la cual, es dueño de su propio aprendizaje, monitorea sus objetivos académicos y motivacionales, administra sus recursos materiales y humanos, tomándolos en cuenta para las decisiones y desempeño de todos sus procesos.
También hablamos de un aspecto de autorregulación, en donde la persona comprende los límites de su campo de actuación en relación con el de los demás, con base en el respeto, los derechos y obligaciones de todos y cada uno.
Dentro de los ambientes Montessori la autogestión y la autorregulación se ejercitan, desde pequeños, con las tareas de vida práctica, la gracia y la cortesía y, en la medida que inician con las áreas del conocimiento, a través de los diferentes materiales de desarrollo, ya que les permiten trabajar de acuerdo a sus posibilidades, sin la necesidad de presión externa ni límite de tiempo establecido.
La autogestión y la autorregulación van de la mano con la independencia, que es uno de los principales objetivos de la pedagogía Montessori y, para ello, debemos favorecer que los niños, adolescentes y jóvenes, hagan las cosas por sí mismos; piensen por sí mismos y razonen por sí mismos. Estas son habilidades que se adquieren a través de la práctica, del ensayo-error y de la repetición, y del modelaje de los adultos a cargo. La autorregulación es una fortaleza que sirve también de marco de referencia para los demás; es una forma clara y asertiva de marcar nuestros propios límites y de establecer la gracia y cortesía que esperamos del entorno. En los ambientes Montessori se trabaja la autogestión y la autorregulación, por ello, en este ensayo-error, los mismos compañeros son quienes manifiestan su acuerdo o desacuerdo por lo que sucede y cómo sucede, y aprenden entre ellos – muchas veces– sin la necesidad de que un adulto intervenga. Es importante escuchar a los niños y no adelantarse a lo que ellos puedan solucionar por ellos mismos, ya que es la única forma en la que desarrollarán confianza en sus propias habilidades. Cuando un niño expresa la frustración por algo que no pudo solucionar o que le pareció injusto, primero hay que escuchar y hacer las preguntas correctas para poder entender, como adulto, el contexto y lo que pudo haber sucedido, ya sea en el ámbito del trabajo, en la parte social o en determinada crisis emocional. Hay algunas preguntas que pueden facilitarnos este diálogo: ¿cómo te sentiste?, ¿qué hiciste tú?, ¿qué pasó antes?, ¿quién más estuvo?, ¿pediste ayuda?, ¿qué hubieras hecho en su lugar?, ¿de qué otra forma podrías solucionarlo?, ¿qué podrías decirle?, ¿de qué otras formas te podrías organizar?... Lo más importante es validar el esfuerzo que cada uno hace por ser autogestivo y autorregularse a través de la escucha activa, evitando revictimizar a la persona, por eso es importante no expresarse de manera lastimosa que la minusvaliden ya que, más allá de ser un acto de amor, es la manifestación de una preocupación latente por la incapacidad de quien es percibido como débil, frágil, vulnerable e incapaz. La organización del tiempo entra dentro del ámbito de la autogestión y la autorregulación; aprender a administrarlo implica una claridad de lo que se pretende hacer, un reconocimiento de los propios alArtículo Hacer, pensar y razonar por uno mismo g5 g VOLUMEN 27 NÚMERO 272 cances, capacidad de concentración, disposición, voluntad, responsabilidad y, sobre todo, respeto al tiempo de los demás. Como podemos ver, son muchas las habilidades las que llevan a la independencia, de ahí la importancia de permitir que se vivan las consecuencias –no como un castigo, sino como un entendimiento de las propias acciones–. A veces puede resultar difícil ser papá, mamá o educador; ser justos y asertivos es un constante reto para nosotros; lo que debe guiarnos es el propósito inteligente de nuestras acciones. Podremos equivocarnos, pero también podemos corregir nuestros errores y continuar hacia la búsqueda de la independencia de los niños: la falta de escucha activa, tanto como la sobreprotección, no son muestras de amor y no favorecen a nadie. Recuerda: no lo revictimices ni le evites la frustración propia de sus actos, escúchalo activamente, empodéralo postitivamente con soluciones que partan de él mismo y, permite que haga, piense y razone, por sí mismo.