En el XIX Congreso Montessori, en la Ciudad de Pachuca, en marzo de este año, Guadalupe logró dibujarnos el valor de los adolescentes en términos de su potencial para transformarse, tanto en adultos plenos como en ciudadanos comprometidos con el mundo, ya que como bien comenta ella, la armonización de las energías es, para ellos, la normalización y el fin último.
Guadalupe Borbolla es licenciada en Ciencia Política de la Universidad de Birmingham, Inglaterra. Tiene un posgrado en Educación Especial del West London Institute of Higher Education, en Londres, Inglaterra, y una maestría en Educación de la Universidad de Loyola, Maryland, Estados Unidos. Ha estado involucrada en la educación Montessori, primero como mamá y después como guía, desde 1977. Es directora del colegio Montessori de Tepoztlán, en Cuernavaca, Morelos, en donde imparte educación Montessori desde hace 35 años a niños, desde Comunidad Infantil hasta jóvenes de preparatoria e imparte el diplomado anual para padres de familia, desde 1990.
Guadalupe es guía AMI de Comunidad Infantil, Casa de los Niños, Taller y Comunidad de Adolescentes; entrenadora de la Association Montessori Internationale de Casa de los Niños y de Comunidad de adolescentes (12 a 18 años), siendo directora de entrenamiento en el Instituto Montessori de México, A.C., en Cuernavaca, Morelos, México, y en Santiago de Compostela, Galicia, España.
Es conferencista nacional e internacional y fue miembro de la mesa directiva de la AMI por 8 años.
A continuación comparto con ustedes algunas notas sobre esta interesante plática.
Carmen Ramos Méndez G.
Los cimientos de una buena adolescencia se encuentran en la infancia y la niñez, ya que una etapa prepara a la siguiente.
Para poder responder a las necesidades de cada etapa es indispensable conocerlas; una buena infancia llevará a una buena adolescencia, así que podremos preguntarnos, ¿cuáles son los elementos de una infancia feliz?Apego seguro en figuras parentales.
- Figuras de autoridad (padres y maestros).
- Libre elección.
- Vínculos afectivos.
- Buena comunicación.
- Buen trato.
- Ser querido (es un componente que influye en el desarrollo cerebral).
O, visto de otra forma, también podríamos preguntarnos ¿cómo repercute una infancia feliz en la adolescencia? De manera sucinta, en una muy baja probabilidad de caer en el consumo de drogas y alcohol, de sufrir cuadros de depresión, anorexia, bulimia y bullying, e incluso, de un deseo suicida.
Los principios Montessori que compartimos con padres y madres, desde la infancia de sus hijos, siguen aplicándose en la adolescencia. Hablamos de los temas que debemos conocer y aplicar en estas edades, como las tendencias humanas y los
planos de desarrollo; abrazar el objetivo de educar para la vida y para la paz; ocuparnos de preparar el ambiente con todas sus características y ser un adulto preparado; aplicar la observación y no perder de vista las necesidades de adaptación, interdependencia, normalización y la triada “libertad-disciplina- responsabilidad”, del adolescente.
Montessori considera en esta etapa, además, estas propuestas contra-intuitivas:
- El error es mi mejor amigo.
- Los límites me hacen libre.
- La consecuencia de romper un límite debe ser natural y directamente proporcional a la falta.
Mientras el ambiente preparado del embrión físico es el vientre, nosotros debemos preparar el ambiente externo para el embrión psíquico para un ser que está viviendo una de sus etapas más críticas, y cuyo cerebro no es una computadora, sino que se está ajustando continuamente. Las experiencias en el ambiente siguen siendo medulares para el aprendizaje, ya que los adolescentes, al igual que los niños, se adaptan y aprenden a través de su encuentro con las leyes de la naturaleza así que, a mayor número de experiencias, se generarán mayor número de sinapsis y, por lo tanto, se refleja en el aumento de la inteligencia, que es un órgano psíquico que se desarrolla.
Es importante reforzar la personalidad en la adolescencia, ya que las características, que venían mostrando, sufren una seria revisión para formar la identidad adulta, por eso es que en esta etapa es posible sanar las huellas mnémicas de la infancia*.
*Recuerdo o evocación de hechos de su propia historia –que incluso pueden estar distorsionados o incluso no haber ocurrido–.
Los adolescentes, además, ponen en la lupa la estructura social y los valores de la sociedad, cuestionando el modo de producción dominante; no juzgan, proponen.
La sensibilidad del adolescente está enfocada en el desarrollo social, por eso una de sus más grandes inquietudes es encontrar su rol como agente social; las artes creativas le ayudan como forma de autoexpresión; y la espiritualidad se despierta por el interés en el autoconocimiento y la exploración de los principios de vida. Los adolescentes son muy críticos con ellos mismos, necesitan saber porqué están aquí, de qué se trata la vida… quieren encontrar su tarea cósmica, cuyo camino inició en la etapa previa de los 6 a los 12 años.
La infancia tiene similitudes con la adolescencia; son etapas de transformación y cambio.
La primera reforma en la educación deberá ser proporcionar un medio ambiente más amplio y multiplicar las oportunidades de asociación y actividad. Es durante el periodo de la adolescencia que se presenta, en forma germinal en la conciencia individual, ese interés en la construcción y en el funcionamiento de la sociedad. Ahora la sociedad está construida por diversas actividades, y no solo las puramente intelectuales. El mayor elemento en esta construcción es el creciente sentimiento de la conciencia del individuo, que se desarrolla a través y por medio de las experiencias sociales”.
De la infancia a la adolescencia, María Montessori.
Es en la adolescencia que se gesta la “ciudadanía” porque es el periodo en el que se interesan por saber cómo funciona el mundo y la sociedad humana; quieren entender el comportamiento humano en relación al trabajo que desempeñan, en un contexto social abstracto; quieren explorar el impacto de los seres humanos en la tierra; están interesados en la historia, en el pasado y en analizar las distintas etapas de la historia y, a través de ésta, conectan el resto de los conocimientos, de hecho, el gusto por la historia los lleva a pensar y a sentir por otros.
El amor del niño es un amor concreto; el del adolescente es un amor abstracto. El adolescente se da cuenta de que él, es la sociedad, sabe que es parte de ella y que puede impactarla.
Sobre la vocación y la militancia, los adolescentes desean contribuir de manera directa en la sociedad y quieren ser reconocidos por ello, suelen abrazar causas que tienen que ver con la injusticia, la desigualdad, la pobreza o la discriminación.
El amor por la humanidad aparece en la adolescencia tardía, ya que la conciencia social es solo una parte de la enorme conciencia global; admiran la cultura y son críticos –de manera constructiva– ante los errores que la humanidad ha cometido.
La investigación y la experimentación deben ir juntas, ya que son el medio que utilizan los jóvenes para desarrollar la valorización de la personalidad, poniéndolos en contacto directo con la realidad de la vida social.
La palabra “trabajo” tiene una acepción especial en Montessori que, aplicada en la adolescencia, los lleva a poner sus habilidades al servicio de los demás, por eso Montessori propone un trabajo que se haga en el campo, alejado de la familia. El trabajo debe ser remunerado para agregar respeto a sí mismos y para elevar su sentido de dignidad. Experimentar el ser productivo aumenta su experiencia social y cultural.
Podemos ver al trabajo desde distintos ángulos:
- Los métodos de producción e intercambio.
- El trabajo intelectual y práctico.
- La experimentación.
Todo ello les brinda una orientación que les ayudará a crearse a sí mismos, a conocerse mejor, a hacer buenas elecciones, a ocupar bien su tiempo, a
experimentar sin miedo y a encontrar una armonía entre lo que dicen y lo que hacen.
Todo trabajo es noble… Lo único indigno es vivir sin trabajar. Es necesario darse cuenta del valor del trabajo en todas sus formas, ya sea manual o intelectual, para ser llamado compañero y para tener una compresión de todas las formas de actividad, por lo tanto, la educación debe incluir las dos formas de trabajo –manual e intelectual–.
Queremos que los adolescentes miren hacia el futuro con alegría por obtener nuevos conocimientos, que deseen hacer un impacto en la sociedad y, por qué no, en la humanidad, que utilicen sus ganancias para generar más trabajo y beneficiar a los demás, que disfruten hacer proyectos para los menores, que busquen causas sociales y de beneficencia, que se preocupen por la ecología, que despierten su vocación en función del impacto benéfico que pueden hacer en la humanidad y que sean empáticos con los más desafortunados.