El binomio “gracia y cortesía” es bien conocido y usado en los ambientes Montessori. De hecho, forma parte de los primeros ejercicios que se realizan cuando los pequeñitos entran por primera vez a la Comunidad Infantil, ya que es el preámbulo para convivir en sociedad.
Es dentro de la primera infancia, de los dos a los seis años aproximadamente, que los niños tienen especial sensibilidad hacia la gracia y la cortesía; recordemos que es el periodo en donde la mente absorbente les permite hacer suyos los modales, reglas y costumbres de la sociedad en la que viven, y que necesitan para sentirse parte de ella.
Dentro del área que conocemos como “vida práctica”, en donde se trabaja con las ocupaciones cotidianas que permiten que los niños se desenvuelvan en las actividades que los integran a su núcleo familiar y a la sociedad, se les muestra cómo cuidar al ambiente y cómo cuidarse a sí mismos, a colaborar como miembros de la sociedad a la que pertenecen y en la que quieren ser vistos y reconocidos.
El trabajo que realizan, para sí mismos y para los demás tiene un fin social, además del utilitario, por ello las acciones que realizan van acompañadas de “gracia y cortesía”, de las maneras socialmente aceptables para convivir en armonía.
La gente se empecina en enseñarles a los niños buenos modales, pero si uno les permite un crecimiento normal, se convierten en unos seres adorables y amables, que tratan a los demás con natural cortesía. Las normas de buen comportamiento tradicionales se hacen superfluas ante una sensibilidad espiritual refinada. Ahora bien: si no existe tal sensibilidad, no quedará más remedio que aprender a portarse “como se debe” por medio de libros. Las reglas externas de conducta se tornan necesarias únicamente cuando el hombre es frío e insensible.
Educación y Paz, María Montessori.
Para María Montessori la gracia se relaciona con la economía y eficiencia del movimiento que, con el tiempo y la experiencia, se va refinando, haciéndose cada vez más fino, preciso y elegante, de ahí que el/la Guía deba ser un modelador impecable, porque el niño está atento a todas sus acciones.
En un principio es necesario hacer énfasis en la forma de caminar, de sentarse, de transportar objetos, de sacar y guardar la silla, de estar atentos en el ruido y el silencio… De aquí se desprende una importante actividad: “el juego del silencio”, que consiste en el autocontrol de todos y cada uno de los niños para permanecer quietos, callados y con los ojos cerrados, alertas a cualquier sonido, para que al escuchar en susurros su nombre, los abra y salga sin ser percibido por los demás.
Pasado el periodo sensitivo, que coincide al entrar a Taller, es necesario retomar este binomio, recordarlo, actuarlo y ponerlo en práctica, ya que el orden externo que se logra es el que permite que los niños vivan un orden interno.
En cuanto a la cortesía, María Montessori dirige esta “gracia” de la que hablamos, hacia los demás, es decir, se refiere al uso eficiente de la energía al interés de la comunidad, tanto para respetar como para pensar en el beneficio de todos.
Sabemos que los usos y costumbres de cada lugar pueden variar, no solo por el idioma, sino también por lo que es considerado sensible, amable y respetuoso, así pues, es importante conocer y entender las formas que se usan en el lugar en donde vivimos, ya que es una manera de reconocer las normas establecidas por quienes nos antecedieron y para quienes puede ser importante como una forma de respeto y para formar un sano vínculo.
Tocar una puerta antes de entrar, cubrirse adecuadamente al toser o estornudar, dar el paso cuando sea posible, pedir las cosas de buena manera y agradecer cuando alguien ha hecho algo por nosotros, son algunas de las pequeñas formas en las que podemos contribuir, todos los días, para modelar con gracia y cortesía.
Los niños son el reflejo del modelaje de sus adultos, así que son ellos nuestra constante oportunidad para que nosotros también revisemos nuestra gracia y cortesía.